¿Es importante la educación en valores en los primeros años de vida? ¿Qué implicaciones tiene para el futuro?

La educación en valores de nuestros más pequeños sienta las bases para el desarrollo integral del niño/a, influyendo no solo en su bienestar emocional y social, sino también en su capacidad para enfrentarse a los desafíos de la vida.

PSICOLOGÍA Y EDUCACIÓN

5/16/2025

La educación en valores, sobre todo durante la infancia más temprana juega un papel crucial en el desarrollo integral de los niños, influyendo en su comportamiento social, su inteligencia emocional y su capacidad para enfrentar desafíos en la vida. En este artículo exploraremos por qué los valores como el respeto, la empatía y la responsabilidad son fundamentales para el crecimiento emocional y social de los niños, y cómo los educadores y padres pueden fomentar una base sólida en estos primeros años de vida, basándonos en las investigaciones científicas de las últimas décadas.

La educación en valores ha sido un pilar fundamental de la formación humana desde tiempos ancestrales. En esas épocas, dicha educación permitía mantener el grupo unido, proteger a los descendientes y enseñarles a sobrevivir. En la actualidad, con la evolución de las neurociencias y las investigaciones en el ámbito de la psicología educativa, ha quedado aún más claro que los primeros años de vida son esenciales no solo para el desarrollo cognitivo de los niños/as, sino también para la formación de su carácter y sus competencias socioemocionales. Pero, ¿qué significa educar en valores y por qué es tan crucial en las primeras etapas del desarrollo?

La importancia de los valores en la primera infancia.

Los valores son principios o creencias que guían nuestras decisiones y acciones, y que configuran nuestra visión del mundo. En los niños, la educación en valores es el proceso mediante el cual se les enseña, de manera directa o indirecta, a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, a desarrollar empatía, a respetar a los demás y a convivir de forma armoniosa en la sociedad.

Según las investigaciones recientes, el cerebro humano experimenta un crecimiento significativo durante los primeros cinco años de vida, un período en el que las conexiones neuronales que sustentan el comportamiento, la moralidad y las habilidades sociales están en pleno desarrollo. De hecho, la Dra. Patricia Kuhl, una reconocida investigadora en el campo del desarrollo cerebral infantil, sobre todo en referencia al aprendizaje y producción del lenguaje, sostiene que “las primeras experiencias y aprendizajes de los niños crean las bases con las que procesarán las emociones e interactuarán con el mundo a lo largo de sus vidas”.

¿Qué significa educar en valores?

Educar en valores implica enseñar los principios éticos básicos de la convivencia social, como son la empatía, el respeto, la responsabilidad, la solidaridad y la justicia, entre otros. Estos valores no se aprenden de manera aislada, sino a través de su relación con el entorno, la familia, los cuidadores y los compañeros, en decir, por medio de la interacción con el mundo que les rodea.

Los niños son, desde el momento de su nacimiento, seres sociales que observan e imitan los comportamientos de los adultos a su alrededor. Esto subraya el papel fundamental de los padres, maestros/as y cuidadores en la educación moral y ética de los niños. Entre el nacimiento y los ocho años, el cerebro atraviesa un periodo de desarrollo extraordinario. Durante esta fase, las experiencias vividas tienen un impacto directo en la arquitectura cerebral, creando una base sólida o frágil para el futuro. Varios estudios neurocientíficos muestran que los niños expuestos a un entorno educativo enriquecido, tanto en habilidades académicas como en valores sociales, tienen un mejor desempeño en su vida adulta.

El aprendizaje de los valores no ocurre en un vacío. El modelo de aprendizaje vicario propuesto por el psicólogo Albert Bandura destaca que los niños aprenden observando e imitando a figuras de referencia para ellos. Si un niño observa a un adulto actuar con empatía, respeto y responsabilidad, es más probable que internalice estos comportamientos y los reproduzca, de igual manera que cuando un adulto emite un ruido con la boca, el niño lo intenta imitar.

Investigaciones recientes en el campo de la psicología del desarrollo sugieren que los niños pequeños tienen una predisposición natural para la empatía y la cooperación. Sin embargo, estas disposiciones necesitan ser cultivadas activamente a través de un entorno que refuerce los valores prosociales. Según un estudio publicado en “Developmental Psychology", los niños que reciben una orientación clara sobre el respeto y la justicia desde una edad temprana son más propensos a mostrar comportamientos altruistas y a resolver conflictos de manera pacífica en el futuro.

Estrategias para fomentar la educación en valores en la infancia.

Fomentar una educación en valores efectiva durante los primeros años de vida no es un proceso automático, pero puede facilitarse mediante la adopción de estrategias pedagógicas y de crianza dirigidas a tal fin. Algunas de las más recomendadas por la investigación contemporánea son:

  • Reforzar los comportamientos positivos: Los niños aprenden observando a los adultos, por lo que es fundamental que los padres y educadores sean coherentes en su comportamiento y traten de ser modelos a seguir en cuanto a empatía, respeto, generosidad y otras virtudes esenciales.

  • Fomentar la autonomía moral: A medida que los niños crecen, es importante permitirles tomar decisiones, dentro de un marco de apoyo y contención, para que puedan comenzar a internalizar la responsabilidad y la ética personal. Esto les ayuda a desarrollar una conciencia moral sólida que guiará sus acciones en el futuro.

  • Buscar la educación emocional: Desarrollar habilidades como la regulación emocional y la empatía es clave para adquirir valores fundamentales. Por ejemplo, actividades como enseñar a los niños a identificar sus emociones utilizando tarjetas de sentimientos, o ejercicios grupales de "ponerse en el lugar del otro", no solo les ayudan a comprender mejor sus propios estados emocionales, sino que también les permiten conectar con los sentimientos de sus compañeros. Este tipo de dinámicas, como discutir cómo se sienten los personajes de una historia bien sea leída o de una película, ante diversas situaciones, fomenta una mayor empatía y comprensión.

  • Fomentar el diálogo abierto: Hablar sobre los valores en el día a día, aprovechando situaciones cotidianas para exponer temas como la justicia, la honestidad o el respeto, fomenta una comprensión más profunda de estos principios. Este enfoque también permite que los niños reflexionen y hagan preguntas, consolidando así su aprendizaje.

  • Promover juegos y actividades cooperativas: Juegos como construir una torre en equipo con bloques o resolver juntos un rompecabezas grande, son excelentes ejemplos que no solo fomentan la cooperación, sino que también enseñan habilidades como la paciencia y la resolución de problemas. Además, actividades al aire libre como organizar una búsqueda del tesoro en la que los niños tengan que colaborar para encontrar pistas, ofrecen un espacio dinámico para aprender valores como la solidaridad y el respeto mutuo en un entorno lúdico y estimulante.

Impacto a largo plazo de una educación en valores sólida.

Numerosos estudios longitudinales han mostrado que los niños que son educados en un entorno rico en valores positivos no solo tienden a tener mejores relaciones sociales, sino que también presentan mayores niveles de bienestar emocional a largo plazo. Un estudio del “Journal of Applied Developmental Psychology” encontró que los adultos jóvenes que habían sido expuestos a una educación en valores durante la infancia tenían mayores habilidades para la resolución de conflictos, mostraban una mayor resiliencia ante las adversidades y eran más propensos a contribuir de manera positiva a su comunidad.

Además, la promoción de valores como la empatía y la responsabilidad desde una edad temprana está relacionada con una menor incidencia de comportamientos antisociales en la adolescencia y la adultez. Según una investigación llevada a cabo por el psicólogo Laurence Steinberg, los niños que desarrollan una sólida base moral son menos propensos a involucrarse en conductas de riesgo como el abuso de sustancias o la violencia juvenil.

Conclusión.

La educación en valores durante los primeros años de vida no es solo una inversión en el futuro de un niño, sino en el futuro de la sociedad en su conjunto. Proporcionar a los niños una base sólida de principios éticos y morales no solo fomenta su desarrollo personal, sino que contribuye a crear comunidades más justas, empáticas y cohesionadas. Padres, maestros y cuidadores tienen la oportunidad única de moldear el carácter de las próximas generaciones, y la investigación actual subraya la importancia de aprovechar estos primeros años cruciales para inculcar los valores que guiarán sus vidas. No es menos importante resaltar el papel que juegan las instituciones públicas en este sentido, puesto que deben de ser las encargadas de velar por una buena educación los más jóvenes de la sociedad.

¿Consideras que la educación actual cumple con las necesidades y exigencias que presenta la sociedad hoy en día? En tu opinión, ¿qué papel deben de jugar las instituciones públicas en la educación en valores?

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